El Ayuntamiento de Nájera recoge firmas estos días en favor de la “limpieza” del río Najerilla a su paso por dicho núcleo urbano, como forma de presión a la Consejería de Sostenibilidad y Transición Ecológica del Gobierno de La Rioja, quien denegó el permiso para dicha actuación. El propio ayuntamiento utiliza la palabra “limpieza” refiriéndose a actuaciones sobre la vegetación y sobre el sedimento o cascajo del cauce y alegando “motivos de salubridad y de seguridad pública”. Pero la normativa y la ciencia, que no se desarrolla por llevar la contraria al Consistorio de Nájera sino por mejorar la vida de las personas, contradice al propio Ayuntamiento de forma rotunda.
Estas actuaciones incrementan el riesgo de inundación, puesto que la vegetación reduce la velocidad del agua y su poder erosivo y el sedimento retirado apenas incrementa la capacidad de desagüe y se deposita nuevamente al inicio de la siguiente crecida, desapareciendo su posible efecto de alivio en el momento de máximo caudal. Asimismo, estas intervenciones deterioran en gran medida el estado ecológico del ecosistema, afectando a su biodiversidad y a los servicios ecosistémicos que prestan a la ciudadanía, por lo que no pueden denominarse “limpiezas”. La vegetación fluvial mejora la calidad del agua, eliminando nitratos y otros compuestos tóxicos para el ser humano, o genera hábitats para múltiples especies animales, como nutrias, visones europeos o patos.
Por su parte, la diversidad de hábitats y sedimento garantiza una mayor riqueza de organismos acuáticos, como invertebrados o peces. Los ríos bien conservados confieren multitud de beneficios al ser humano, relacionados con su propio bienestar y calidad de vida.
Por ello, sorprende que se sigan poniendo encima de la mesa actuaciones de este tipo, propias del siglo pasado. Si lo que interesa es reducir el riesgo de inundación, las actuaciones deben ir en otra dirección e incluir soluciones para la erosión de los taludes de la margen derecha del Najerilla. Debemos evitar medidas placebo puntuales, que solo responden a ocurrencias desde el desconocimiento del río y su dinámica y no solucionan ningún problema, degradan el estado de conservación del propio río y dilapidan dinero público. De acuerdo con la Directiva 2007/60 de Evaluación y Gestión de los Riesgos de Inundación, la Directiva Marco del Agua 2000/60/CE y la Estrategia Nacional de Restauración de Ríos, las intervenciones que se lleven a cabo deben favorecer áreas inundables aguas arriba de Nájera para reducir el poder erosivo del río en el propio núcleo urbano.
En el caso concreto del tramo urbano, se debieran evitar retiradas de sedimento e intervenciones duras, tipo escollera, las cuales aumentarían la velocidad de la corriente y su poder erosivo aguas abajo, incrementando el riesgo de inundación, y agudizarían los problemas de incisión del fondo, con consecuencias negativas para la propia estabilidad de la escollera y de los puentes. Se debe tender hacia alternativas basadas en el respeto al ámbito fluvial y en herramientas seguras y sostenibles como la bioingeniería, que podrían permitir al río un mayor desarrollo lateral recuperando incluso la funcionalidad de algún ojo del puente de San Juan de Ortega.
Estas propuestas van en la línea de la gestión fluvial que se viene realizando en otros tramos fluviales urbanos, como en el río Manzanares en Madrid o en el Besós en Barcelona entre otros muchos. Asimismo, existen posibilidades de financiación económica en la actualidad que favorecen este tipo de actuaciones. El programa Next Generation de la UE y los fondos económicos del Plan de Reconstrucción y Resiliencia hacen mención específica a la financiación de proyectos de conservación y restauración del espacio fluvial. Asimismo, la Comisión de Transición Ecológica y Reto Demográfico del Congreso de los Diputados ha aprobado recientemente promover la renaturalización de los tramos urbanos de los ríos y plantea habilitar mecanismos de financiación a los ayuntamientos.
En definitiva, resulta necesario y urgente poner en marcha proyectos de gestión fluvial en Nájera que marquen unas líneas de intervención claras, perdurables en el tiempo y que no vayan a contracorriente de lo que indica la ciencia, la normativa y los propios fondos económicos. Y estos proyectos que se pongan en marcha deben partir de procesos participativos reales, que permitan a la ciudadanía informarse, formarse y debatir; y entonces, participar de forma constructiva en las decisiones que se tomen.
Recuerdo, por si hubiera dudas, que abrir procesos de recogida de propuestas que no se valoran ni se hacen públicas o recoger firmas con mensajes confusos para actuar de una forma determinada y contraria a la normativa no es participación, sino algo bien diferente.
Ruben Ladrera Fernández, Ecologistas en Acción de La Rioja
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