Aparecen cada vez con más frecuencia en los medios de comunicación noticias sobre la nueva Zona de Bajas Emisiones (ZBE) en Salamanca, centrada solo en el interior de la primera ronda. La Ley de Cambio Climático y Transición Energética insta a su desarrollo este año como estrategia para reducir la contaminación del aire. La actualización de los parámetros de calidad del aire, en consonancia con los de la Organización Mundial de la Salud, ha evidenciado que la mayor parte de la población mundial está expuesta a niveles de gases (NO2, O3) y partículas (PM2.5, PM10) superiores a los reconocidos con anterioridad. Este hecho afecta muy negativamente a la calidad de vida de las personas y provoca cada vez más muertes prematuras, por encima de 10.000 solo en España, siendo el transporte, basado en el uso de vehículos con motor, una de sus principales causas.
Las ZBE buscan permitir el tránsito por ciertas áreas solo a medios de transporte motorizados con etiquetas de distintivo ambiental 0 emisiones, ECO y C, referentes a su eficiencia en el uso del combustible y al menor impacto medioambiental de su funcionamiento. Sin embargo, estas etiquetas tienen en cuenta solo gases que afectan de forma directa a la salud, pero no a los gases causantes del efecto invernadero y, por tanto, del cambio climático.
Más allá de las excepciones y las incógnitas generadas por la ZBE, desde Ecologistas en Acción se quiere subrayar que reducir emisiones no es lo mismo que utilizar menos los vehículos con motor. Esta iniciativa, como otras vendidas con el sello de verde incluso desde la Unión Europea, parece esconder más un intento de impulsar el mercado de nuevos tipos de vehículos como el eléctrico. Si algo deberíamos tener claro hasta ahora, vista la experiencia incluso en nuestra propia ciudad, es que la apuesta por la movilidad sostenible pasa por facilitar el desplazamiento caminando, de vehículos no motorizados como la bicicleta, o el transporte público colectivo.
No olvidemos desde una perspectiva ecosocial, inevitable en un colectivo integrador como Ecologistas en Acción, la importancia de evitar estrategias dañinas para personas con menos recursos. Sobre todo cuando el transporte público es ineficaz, observable cada vez más en provincias como la nuestra o en áreas metropolitanas, que inducen a depender de medios de transporte individual, pero sin tener capacidad para acceder a vehículos como el eléctrico, de mucho mayor coste. Por esto es tan importante tomar medidas para no dejar a nadie atrás. Garantizar el acceso a un transporte público suficiente y adecuado tanto en la ciudad, como en especial en su alfoz y el resto de la provincia, es más importante que etéreas medidas de dudosa eficacia.
La Zona de Bajas Emisiones también implica la instalación de nuevos sensores de calidad de aire cuyos datos deberían estar accesibles a las personas y permitir la ejecución de planes de protección a la ciudadanía en caso de episodios de alta contaminación. Igualmente, conlleva un gran despliegue económico para instalar cámaras cuya utilidad, en una ciudad como Salamanca con gran parte de su centro peatonalizado desde hace décadas, es dudosa. Por lo tanto, precisamos apostar por una gestión de la movilidad verdaderamente sostenible, entendida como un proceso para la colectividad y no centrada en soluciones individuales, que incluya la política urbanística. Y también por el rediseño del espacio público, con un reparto más equitativo entre las diversas formas de desplazarse.
Se necesita reducir la necesidad de viajar, en especial el uso individual de vehículos motorizados en aquellos recurrentes, y no sustituirlos por otros similares. Ni ampliar continuamente la oferta de aparcamiento gratuito. Recordemos que en Salamanca estos viajes no llegan al 25 % del total, pero es abrumador en la relación metropolitana superando los 100.000 viajes diarios. Desde luego se debe implicar a toda la ciudadanía, como en cualquier otra acción municipal en un amplio y continuo proceso participativo.
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