- Comienza en Montreal (Canadá) la COP15 de la Convención de la Diversidad Biológica, que debe adoptar una hoja de ruta mundial para revertir la pérdida de biodiversidad antes de 2030.
- Ecologistas en Acción advierte de la responsabilidad crucial de los Estados para adoptar con urgencia medidas que eviten lo peor de una crisis que aboca a la humanidad al desastre socioambiental.
Desde hoy hasta el 19 de diciembre se celebra en Montreal la 15 Conferencia de las Partes (COP por sus siglas en inglés) de la Convención de la Diversidad Biológica (CDB) de Naciones Unidas.
La cumbre llega en un momento crucial. Los informes del IPBES (Panel Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas, organismo científico mundial equivalente al IPCC de cambio climático) han puesto de manifiesto en los últimos años aquello que el ecologismo lleva alertando desde hace tiempo: que el impacto humano sobre los ecosistemas está llevando a la naturaleza a un colapso dramático. El colapso se manifiesta tanto en forma de extinción masiva de especies (se considera que una de cada ocho especies de plantas, animales, hongos o microorganismos existentes en la Tierra están amenazadas de extinción en el corto plazo) como de degradación de los ecosistemas y, con ellos, la pérdida de las funciones ecológicas que llevan a cabo.
Ecologistas en Acción advierte que las consecuencias para las personas son de enorme gravedad. Aproximadamente 44 billones de dólares, es decir, más de la mitad del PIB mundial, dependen moderada o altamente de la naturaleza y sus servicios. La pérdida de biodiversidad ya está comprometiendo la economía global. Por ejemplo, más de la mitad de los alimentos del mundo sufren pérdidas anuales de hasta el 16 % de la producción total (valorada en 96.000 millones USD) provocadas por especies invasoras. Además, la FAO estima que la producción agrícola mundial que depende directamente de los polinizadores está entre 235.000 y 577.000 millones de dólares al año. El 76 % de la producción alimentaria en Europa depende de la polinización realizada por las diferentes especies de abejas. El alarmante declive en las poblaciones de insectos pone en riesgo el sistema alimentario, ya que se estima que el 40 % de las especies de insectos polinizadores se hallan en peligro de extinción como consecuencia de las actividades humanas.
Aún más graves son los riesgos para la salud humana vinculados a la degradación de ecosistemas. El 75 % de las enfermedades infecciosas nuevas o emergentes tienen origen animal. La ciencia lleva décadas registrando un incremento de brotes vinculados a enfermedades zoonóticas, como la COVID–19, y alerta de que el riesgo de nuevas pandemias será cada vez mayor. El tratamiento contra el cáncer también está en riesgo, ya que la OMS advierte que alrededor del 70 % de los medicamentos oncológicos son productos naturales o sintéticos inspirados en la naturaleza.
Otro ejemplo de la dependencia de la naturaleza está en la protección que esta ofrece frente a episodios meteorológicos extremos. En 2004, más de 230.000 personas fallecieron como consecuencia del tsunami que impactó contra las costas de Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia. La catástrofe hubiera sido mucho menor si no fuera porque entre los años 1980 y 2000 la superficie cubierta por manglares se redujo un 28 %, limitando la protección de las costas. Una función similar la ejercen los arrecifes de coral, pero la acidificación de los océanos está acabando con estos ecosistemas, y ya se ha perdido aproximadamente la mitad de la cubierta de coral vivo desde 1870. Se calcula que casi 200 millones de personas de las zonas costeras de todo el mundo dependen de la protección de estos arrecifes.
El incumplimiento de las Metas de Aichi, que integraban el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020, implican un punto de inflexión al borde de un escenario de no retorno. Solo seis de las veinte metas se habían cumplido, parcialmente, cuando el plan venció en el 2020. Inmediatamente después el planeta se vio inmerso en la mayor crisis sanitaria de la historia reciente, la pandemia provocada por la COVID–19, poniendo en evidencia los vínculos estrechos entre la biodiversidad y la salud humana.
En consecuencia, Ecologistas en Acción alerta de que lo que se decida en Montreal afectará de forma directa no solo a la naturaleza sino a las condiciones de vida de todas y cada una de las personas que habitan el planeta. Y España, por su clima mediterráneo y por ser un “punto caliente” de enorme biodiversidad a escala europea y mundial, puede ser de los países que salgan peor parados de esta crisis ecológica global. Por ello, el Gobierno Español, junto con el resto de gobiernos nacionales parte de la CDB y la Unión Europea, tienen la enorme responsabilidad de adoptar las medidas necesarias para detener una crisis que ya está en marcha. Ecologistas en Acción exige, pues, un compromiso firme y con una fuerte voluntad política en esta cumbre, y denuncia que ni Pedro Sánchez ni los jefes de Estado y gobierno de la UE han comprometido su asistencia a la COP15, en una muestra irresponsable de falta de consciencia sobre lo que la ciencia alerta, de forma contundente, desde hace años.
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