Hay quienes opinan, en la izquierda política asturiana, que el despliegue eólico previsto en Asturies, y las Líneas de Alta Tensión (LAT) asociadas, convertirán nuestra comunidad en un territorio de sacrificio para producir energía “solidaria” para Madrid, lo cual sería fruto de un “acuerdo” entre Barbón y Ayuso. De esto último no tenemos noticias y no podemos opinar, pero lo que sí podemos afirmar es que lo primero es falso. La única forma por la que Asturies, temporalmente, se ha vuelto a convertir en una comunidad exportadora de electricidad es usando más Gas Natural Licuado (GNL) de fracking, procedente de EEUU, y con una relativa vuelta al carbón (aunque en una medida muy inferior a la que teníamos hasta hace poco); de todas formas, en esto entraremos con más detalle más adelante.
En todo caso, hagamos una suposición: si lo de que convertirán Asturies en un territorio de sacrificio para producir energía “solidaria” para Madrid fuese cierto, se esperaría de la otra parte, es decir, de los sectores progresistas madrileños, que para minimizar el “sacrificio” de Asturies (y otros posibles territorios igualmente sacrificados), se impulsaran desde allí amplias medidas de eficiencia y ahorro energético, y que incrementasen su generación eléctrica de forma muy significativa. Sin embargo, en lugar de eso, lo que vemos reiteradamente en los movimientos sociales de sus pueblos y ciudades son posicionamientos idénticos a los que se plantean aquí. Nadie en la Comunidad de Madrid está dispuesto a “sacrificar” su territorio, con plantas solares y parques eólicos, para generar una electricidad que, según indican, no consumen en sus pueblos, que va toda destinada a Madrid ciudad, a los urbanitas que en ella viven y para cargar sus coches eléctricos, vamos, que el problema no sería el Madrid de Ayuso sino el Madrid de Almeida. Nos preguntamos entonces cómo se posicionarán en Madrid ciudad, y con qué recursos cuentan para dar respuesta al reto al que se enfrentan de generar toda la energía eléctrica que consumen en la ciudad.
Mientras tanto, y volviendo al principio, a lo de Asturies como exportadora de electricidad, sabemos de sobra que eso se acabó o que está a punto de acabarse, de hecho y hasta el verano de 2021 el balance de intercambio eléctrico de los casi dos años anteriores era sólo ligeramente exportador, del orden 3%, es decir, que en Asturies se generaba prácticamente lo mismo que se consumía y, eso sí, fundamentalmente con gas, carbón y residuos, es decir, una generación térmica que casi alcanzaba el 70% del total. Fueron el incremento de la demanda tras las restricciones de la COVID, junto con la escasa producción hidráulica y la apuesta de EDP por el carbón, los que hicieron que Asturies volviera a la senda de la exportación, del orden del 17% y, de nuevo, con importante incremento en el uso del gas y la “vuelta al carbón”, tal y como podemos ver en la figura 1.
Figura 1. Comparación entre consumo y generación eléctrica en Asturies. La caída del carbón en 2019, no totalmente sustituida por gas, supuso un balance casi cero entre importación y exportación hasta mediados del 2021.
Pero esto será temporal, el cierre de los dos últimos grupos térmicos de carbón de Asturies (Soto III y Aboño II) que esperemos que no tarde mucho en producirse (junto a la CT de Los Barrios, en Cádiz, son los únicos que, a día de hoy, aún continúan funcionando en todo el país y son los tres de EDP), supondrá que la demanda eléctrica asturiana ya no se cubrirá con la generación propia (figura 2).
Figura 2. El cierre de las centrales térmicas de carbón, salvo si se diese un incremento aún mayor del gas, supondrá un “déficit“ de generación eléctrica, incluso con disminución de la demanda.
A partir de entonces lo hará mayoritariamente con gas y con un balance importador de otras comunidades con mayores recursos renovables, mucho más si avanzamos en el necesario abandono del gas por su contribución a la crisis climática (figura 3). Por cierto, esto no es necesariamente malo, pues eso de que “la energía se ha de generar lo más próxima a la demanda” es una de las muchas verdades a medias a las que estamos acostumbradas, falta la segunda parte: “siempre que sea la mejor opción”, y no siempre lo es. La generación eléctrica tiene que emplazarse, además de lo más cercana posible a la demanda, allá donde el recurso exista, especialmente cuando las pérdidas de transporte sean mucho menores que las que suponen ubicaciones con mucha menor radiación solar o con menor velocidad de viento, lo que obligaría a multiplicar el número de instalaciones y, por tanto, su impacto ambiental.
Figura 3. Avanzar en la disminución del uso del gas presenta a una Asturies altamente importadora, mientras se mantenga su alta demanda industrial.
Y, ya puestas a clarificar conviene romper otro viejo mito, el de la Asturies exportadora de energía. Asturies nunca lo fue y no lo es ni de lejos; como ya hemos dicho, lo fue de electricidad, pero de energía somos, como Madrid, otro sumidero, un sumidero de productos petrolíferos, que suponen el 20% de la energía usada en Asturies y son todos importados, un sumidero de Gas Natural, que supone el 30% de nuestra demanda de energía primaria, y es todo importado, y si, también de carbón, el 35% de nuestra demanda y del cual, un 93% es importado, es decir, que más del 80% de la energía usada en Asturies viene de sacrificar territorios, fuera de Asturies y fuera de Europa (figura 4).
Figura 4. Energía en Asturies, 2020, ultimos datos disponibles (FAEN). La alta dependencia exterior (petróleo, gas y carbón) es evidente.
Quizás sea el momento de emprender un camino más solidario, no con Madrid, sino más bien con todos los territorios de los que dependemos en energía y en materiales y, para ello, estaría bien contar con el apoyo de quienes aspiran, desde la política, a transformar la sociedad en ese sentido.
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